Obra Burgos
El proyecto se concibe como un gesto sereno en el paisaje urbano: una composición precisa donde el vacío y la materia dialogan bajo la premisa de la privacidad. Desde su acceso vehicular doble, contenido por garajes ubicados en ambos extremos, se sugiere una circulación fluida, casi coreografiada, que invita a la pausa antes del umbral.
El ingreso peatonal, de doble altura, se alza con sobriedad. Una atmósfera de contemplación se revela a través de quiebrasoles que filtran la luz, proyectando sombras móviles que cambian con el día y las estaciones. Este recurso no solo regula la insolación al interior, sino que también vela el acceso principal, preservando su intimidad.
La arquitectura de las fachadas busca construir más que un límite físico: plantea un estado emocional. Serenidad, silencio, misterio. Lo sobrio y lo pacífico se conjugan en un lenguaje visual que no impone, sino que sugiere. Cada línea, cada vacío, cada sombra, contribuye a un ambiente introspectivo, donde el afuera se insinúa sin invadir.
En este proyecto, el espacio no se exhibe; se protege. Se habita desde la calma y se descubre desde la luz.
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