Este proyecto surge como parte de la iniciativa de A10, renombrada empresa ecuatoriana de acabados y revestimientos para la construcción, de convocar a varios arquitectos y diseñadores a crear su nueva sede en Cumbayá. En nuestro caso, se nos encargó un espacio Zen, por lo que desde el inicio quisimos crear un ambiente que desde que se entrara. El visitante se sintiera envuelto por una atmosfera de calma, pero a la vez de estímulo al pensamiento.

Se propone no sólo un espacio para la relajación, meditación e introspección, sino también para el cuestionamiento y la motivación a la búsqueda de nuevas maneras de ver lo supuestamente establecido, usando como pretexto la intención de que el nuevo espacio de manera general funcionara como un laboratorio de ideas y materiales en el sector de la arquitectura y el diseño ecuatoriano.

“Habitar” un jardín zen contenido y “congelado” en el tiempo y el espacio, que no se limita al plano horizontal, sino que se despliega espacialmente, convirtiéndose en un envolvente para el que lo vive.

Toda la composición formal tanto del espacio como del mobiliario, está inspirada en la naturaleza, no sólo en elementos o patrones naturales, sino también en la atmosfera, las emociones que se sienten cuando se está en contacto directo con la naturaleza.

Haciendo alusión a la arena rastrillada que caracteriza un jardín Zen, las formas que quedan “congeladas” en el espacio y que lo recorren de manera continua, simulan este elemento y evocan el flujo del agua.

Las piedras que representan las montañas en un jardín Zen tradicional, acá se desvirtúan convirtiéndose en elipsoides, que parecen ser arrastrados por la fluidez del espacio.

Más que un jardín Zen en el plano horizontal desde la perspectiva habitual, se propone reinterpretarlo y desplegarlo 360 grados, envolviendo a quien lo habita y haciéndolo parte del todo, evidenciando la interacción constante que tenemos con lo que nos rodea.
El mobiliario también se ha diseñado como parte esencial de la composición y enmarcando el recorrido dentro del espacio, como si de la orilla del mar o de un río se tratase.

La interacción del individuo con el agua, elemento del Zen representado por la arena rastrillada, es un ejemplo práctico del resultado de dos campos de energía. El agua fluye, generando nuevas ondas que se expanden a partir del contacto con el individuo, y que se mueven para luego diluirse formalmente y volver otra vez a ser parte del todo.
Quisimos explorar este hecho, por lo que toda la composición volumétrica del espacio pareciera nacer desde la entrada, simulando justamente la interacción entre la energía que trae el visitante con la propia energía contenida en el lugar.

Líneas formales derivadas de patrones naturales, reinterpretados de manera contemporánea. Un espacio que provoca la emoción, genera curiosidad y cuestiona la manera de pensar y hacer las cosas.

Como innovación tecnológica, se trabajó junto a la empresa Ceneflex para la realización de todos los elementos formales en pared y techo, así como la fachada y aleros de la volumetría. Los mismos, fueron desarrollados de poliestireno expandido de alta densidad, recubiertos con una malla de fibra de vidrio resistente al álcali y una capa de cemento con aditivos especiales. De esta forma, se pudo lograr una gran flexibilidad en la creación de las formas, pero a la vez piezas lo suficientemente ligeras para que no supusieran cargas significativas adicionales a la estructura.

Un espacio que nos muestra otra manera de ver las cosas, cuestionarnos lo preestablecido y reflexionar sobre nuestro impacto en el entorno y viceversa.